sábado, 22 de junio de 2013

Un Adiós para Ray Harryhausen

Por Miguel Acevedo

Cuando era un adolescente, uno de los primeros nombres que asocié con los efectos especiales fue el de Ray Harryhausen, tras ver la hermosa versión original de “Furia de Titanes” en el cine, allá por el año 1982. Ya había visto varios de sus trabajos como maestro indiscutido de los efectos especiales y de la animación imagen por imagen (el stop motion), pero no fue hasta ver la cinta sobre Perseo y Andrómeda, y los titanes y los dioses de la antigua Grecia, que no se fijó para siempre su nombre en mi memoria. En el cine de esos años, había disfrutado de películas inolvidables como “Simbad y el Ojo del Tigre”, “Simbad y la Princesa” (con ese nombre se re-estrenó en Chile “El Séptimo Viaje de Simbad” a fines de los 70, en el boom de las películas fantásticas tras el éxito de “La Guerra de las Galaxias”) y “El Viaje Fantástico de Simbad”. Y en la televisión, en mis tardes con la caja idiota, a veces solo, a veces junto a mi querida madre y mi hermano, había visto “El  monstruo del mar”, “La bestia del mar”, “Veinte millones de millas de la Tierra” (con el feroz Ymir atacando la ciudad de Roma), “La Tierra contra los platillos voladores”,  “Los Primeros Hombre en la Luna” o esa joya del blanco y negro donde Harryhausen trabajó junto a su maestro Willis O´Brien, “El poderoso Joe”. Así que él  pasó a ser uno de los héroes de los efectos especiales de mi pandilla de esos años (me refiero a mis amigos de niñez Mario, José Manuel, José Luis y mi hermano René), un selecto olimpo compuesto por Harryhausen, Albert Whitlock, Rob Bottin, Douglas Trumbull, John Dykstra y la ILM. De seguro muy parecido a los panteones de héroes de los efectos especiales de miles y miles de niños y jóvenes (y no tan jóvenes), esparcidos por el mundo en esa época.

Y ahora quisiera compartir una anécdota con ustedes, un poco vergonzosa:

 Por allá por el lejano 1982, fui al cine con René y el Mario (no recuerdo si andaba José Manuel), a ver una película que se llamaba "El Humanoide" del "estilo de Star Wars". Y mi amigo Mario miró el afiche mientras hacíamos cola para entrar (¡había una fila de gente para ver esa película!), y lo vio muy prometedor y que anunciaba muchas cosas, y le dio mala espina, y nos empezó a decir que la peli era mala, bla bla, y el René y yo lo mandamos a freír monos y todos entramos a verla y... Adivinen: ¡Era remala!! Y para rematarla en esos mismos días estaban dando en las salas de Santiago joyas como “Superman II” (para mí una de las mejores de la saga, ¡grande el general Zod!), o “Furia de Titanes” en cinerama en el extinto cine Santa Lucía, y nosotros fuimos a ver al dichoso Humanoide... Sin comentarios.

(Bueno, finalmente vi “Furia de Titanes” en el cine, pero no en el Santa Lucía.)


Para terminar, quería compartir con ustedes unas imágenes. La primera es el afiche del estreno en los cines de Santiago de “Simbad y el ojo del tigre”, y las otras son algunas imágenes de pre-producción, de varios trabajos de Harryhausen (digitalizados del número de octubre de 1978 de la revista “Fantastic Films”).


Adiós Ray Harryhausen, que poblaste mi niñez y mi juventud con tus monstruos y tus hermosas fantasías.



2 comentarios:

  1. Gracias, querido amigo, por volver a compartir con nosotros otros de tus bellos recuerdos llenos de nostalgia y magia; hace rato que no escribías algo tuyo y leerte por fin nuevamente me hace darme cuenta de esas experiencias que nos acercan, pues yo como tú, de niño gocé de sus maravillosas pelis y "mostros" y no tienes idea del impacto que me produjeron sus maravillosas criaturas de "Furia de Titanes", cuando mis hermanas me llevaron a verla al recordado Cinerama del cine Santa Lucía (me puse a gritar de miedo cuando salió el Kraken y me tapaba los ojos).

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  2. Gracias por compartir aquí tus recuerdos, estimado amigo. Y me da envidia saber que tú si viste Furia de Titanes en el cinerama! En todo caso, yo vi muchas películas en el Santa Lucía, como Galáctica (mi querido padre nos llevó a verla, con sensorround!), Aliens o El Padrino III, por ejemplo.

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