domingo, 23 de abril de 2017

La historia que nos cuenta un libro antes de leerlo

(Interesante ensayo enviado por mis amigos de GatoJurel)
La historia que nos cuenta un libro antes de leerlo

Liz Gallegos




Hace pocos días adquirí éste libro intonso “usado” y algo maltratado de Tagore, impreso en Argentina en 1952; tiene 240 páginas, quince cuadernillos y el folio fue plegado en ocho, dejando cabeza y frente sin cortar. Destaco “usado”, ya que solamente fueron abiertos los tres primeros cuadernillos, hasta la página cuarenta y ocho.

Para alguien que conoce el concepto de intonso, el libro previamente descrito luce, mas bien, una intervención atroz, inconclusa, similar a una violación y luego al brutal abandono, relegando al libro a la acumulación de polvo y a la extraña sensación de ser un libro mal terminado por quienes no conocen el concepto de intonso.

Según la RAE, intonso, del latín intonsus, “que no tiene cortado el pelo” o “dicho de un ejemplar de una edición o de un libro: Que se encuaderna sin cortar los pliegos de que se compone”[1] . Para la bibliofilia, lo anterior sería el significado técnico, pero no la verdadera razón que lo hace especial y único; sino su estado virginal, que conserva todos sus secretos para el amante que lo tiene en sus manos o en una biblioteca. Para algunos bibliófilos, mantenerlo en su estado más puro, es decir, cerrado y virgen es indispensable; para otros es absurdo mantener este estado, encontrando un máximo placer al abrir cada una de sus hojas, descubriendo los tesoros y misterios que el libro guarda. Mario Praz (1896─1982), bibliófilo e historiador que no apreciaba esta condición, dice: “Todo el mundo tiene su lista de placeres que le están negados porque no los comprende: yo, por ejemplo, no comprendo el placer del bibliófilo que posee una edición de lujo con las hojas pegadas y se siente encantado por ese estado 'flamante' y virgen del amado libro. Es como si alguien se vanagloriase de no haber consumado un matrimonio.” [2]. Gran parte de los amantes del libro coinciden en los placeres que los llevaron a ser coleccionistas: el sonido de las hojas al abrir el libro, el tacto poético del papel o la piel en las tapas, el olor, rareza, antigüedad, encuadernación o encuadernador, primera edición, incunable[3], tipografía, grabados, autor, ilustraciones e ilustrador, etc. Ambos desean un intonso, ergo no están de acuerdo con mantenerlo en un estado virginal.

 Retomando a Tagore y Recuerdos de mi vida; aún no leo las letras contenidas en las páginas de este libro, pero si puedo contar la historia del libro. Al tomarlo y analizarlo pienso que terminó relegado al desgaste del tiempo en una biblioteca poco cuidada o quizás en una caja olvidada acumulando polvo, para terminar junto a otros libros usados en una librería en San Diego. Sé que sólo ha tenido un dueño, un único lector. Puedo especular, que este lector inicio la aventura de abrir el primer cuadernillo, leyó las primeras dieciséis páginas y sintió la necesidad de seguir leyendo. Abrió el segundo y el tercer cuadernillo, pero después de cuarenta y ocho páginas algo pasó, ¡quizás no le gustaron los recuerdos de la vida de Tagore! O esta aventura de ir abriendo las páginas a medida que avanza la lectura, es solamente para algunos valientes. Una segunda opción, es que el dueño del libro lo encontrase defectuoso, y con sólo abrir los tres primeros cuadernillos se aburrió sin llegar a leerlo, dejando el libro en el baúl de los recuerdos. Una tercera o cuarta posibilidad, quizás el dueño pudo haberlo perdido o que éste muriera; en estos dos últimos casos es muy alta la probabilidad de que el libro conociera las manos de un nuevo amante, pero no tiene huellas de que hubiera sido así. Entonces vuelvo a las dos primeras opciones.


Estas primeras cuarenta y ocho páginas me indican que fueron abiertas sin ningún cuidado y hace mucho tiempo, en vez de cortar el papel fue rasgado y desgarrado con cortes torpes e imprecisos. Robándole toda dignidad y violando los secretos que éste tenía para su amante. Ahora que se encuentra en mis manos, a pesar del deterioro, de tener la portada suelta y algunas hojas rasgadas, durante 65 años ha conservado los secretos y misterios de doce de los quince cuadernillos, entonces no puedo más que sentirme cautivada por descubrir las letras de Tagore y los enigmas de este intonso medio mutilado que pronto restauraré.




[1] http://dle.rae.es/?id=LyZMtEL Consultado el 05/01/2017 hora 17:58
[2] Checa Cremades, José Luis. Ese Oscuro objeto del deseo… Los bibliófilos y la encuadernación. Praha − Artes del libro. Madrid. 2015. Pág. 68
                  [3] Ejemplar hecho desde la invención de la imprenta hasta principios del siglo XVI

3 comentarios:

  1. Interesante texto, cuando lo iba leyendo recordé a mi gran poetiza Gabriela Mistral cuando decía que todos debían leer a Tagore, pero antes darse un baño en la cultura ancestral de la India, no es fácil leer a este escritor por momentos se vuelve muy Heiddeger, donde el lenguaje puede interpretarse en ambos sentidos al mismo tiempo contradictoriamente y universalmente, como cuando se refiere a la "casa", que puede ser hogar, pero también pueblo y a la vez mundo, al mismo tiempo; deseo pensar que el dueño del libro deseaba leer a Tagore y fue muy valiente, quizás se le acabo su tiempo lineal y no termino su lectura, cayendo este en manos de personas poco amantes de los libros, que terminan por vender los "cachureos" del tío extraño por paquetes a libreros viejos que a su vez desean vender el libro, para vivir en este mundo. Recodemos a Pablo Neruda un librofilio reconocido que comentaba que ver y tocar un libro es una pasión sensual, arrumados, colgados o en estantes listos para ser poseídos, desvirginados. Por ello el amante del libro, posee dos veces los libros, primero en su alma y luego en su carne, como bien lo expresa Tagore, una esposa se posee dos veces, en el sexo espiritual y luego en el carnal, el primero en la contemplación, el segundo en el acto.

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    1. Que inspiradas tus palabras mi amigo.
      Debo contarte que el único libro que yo tengo en esas condiciones es un ejemplar de la revista "Polémica", de los años 50, editada por Mafhud Massis. Me la compré en una Feria del Libro usado, cuando andaba con Elwin y... ¡el Guillermo!!!... y él me dijo al ver el estado de la revista que era algo "que nadie había leído". Ahi está, con esas hojas aún sin abrir, donde viene un feroz ataque contra Volodia Teitelboim si no me equivoco. Cómo se amaban el clan de los De Rokha con Volodia y Neruda, ¿no?? jajaja.
      Un abrazo.

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  2. Tuviste el placer de pasear con Guillermo y sobreviviste, esa es una gesta, las revistas antiguas traen unas excelentes polémicas, cultas, irónicas, intelectuales, casi uno pide haber vivido en aquella época, cuando las personas creían en ideales aún. Las polémicas de hoy son por cosas tan banales que aburre el solo hecho de pensar en estas.

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11 de septiembre